Cuando allá por marzo de 2020 se nos confinó a todo el país a causa de la pandemia de la covid-19, el programa de las Aulas de Cultura de la Diputación Provincial de Valladolid tuvo que reinventarse en cuanto a la modalidad de formación, pasando de la presencialidad al modo telemático. Vértigo.
Una proeza nunca vista digna de las piruetas que vimos en nuestro último espectáculo en Madrid, Kooza del Cirque du Soleil. De la noche a la mañana, cual prestidigitador que saca el conejo de su chistera, los cuatro técnicos que impartimos clase en las zonas de Laguna de Duero (Mª del Carmen Gutiérrez y José Ignacio Cimas) y Olmedo (Mª Ángeles Alonso y Rosa Vinagre) con sus 27 municipios nos vimos inmersos en una vorágine de arqueología educativa.
¿Cómo? ¿qué es eso? Los cuatro, por vídeoconferencia semanal, arbitramos un sistema de búsqueda de actividades, temáticas, libros, imágenes, informaciones contrastadas… para poder suplir y complementar nuestra no presencia en los grupos. Y en este proceso se me ocurrió la idea, como actividad de lecto-escritura, de recopilar recetas fáciles, “resultonas” dulces y caseras de nuestro alumnado para poder endulzar la situación. Propuse el término “concinamiento” o “cocinamiento” como podréis suponer por el famoso confinamiento al que estábamos sometidos. Espero no haber ayudado en aquellos momentos al desabastecimiento en los lineales de los supermercados de harinas, levaduras y demás ingredientes necesarios y no ser uno de los causantes de esos kilos de más que, al parecer, la gente cogió desde el 13 de marzo al 21 de junio de 2020.
Una vez plateada la actividad a los grupos empezamos a recibir recetas, como diría el otro, con mucho fundamento y algunas de ellas acompañadas con fotos e incluso un pequeño anecdotario de cuándo hacían en su casa dicho plato o qué recuerdos les traían cada vez que lo hacen o comen.
Como dicen en los restaurantes al cantar la comanda, ¡oído cocina!. Y ahora manos a la masa.